F477
Enfermedades hepáticas


hepatitis y enfermedades hepáticas | intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos | trematodos hepáticos | abscesos hepáticos


Introducción: A fin de entender las enfermedades del hígado, es importante conocer las funciones normales de este complicado órgano. El hígado sirve para mantener en equilibrio el metabolismo y las funciones del cuerpo. Se calcula que el hígado se encarga de realizar más de 1.500 funciones básicas a un nivel bioquímico. El fallo de cualquiera de estas funciones bioquímicas podría provocar la muerte del animal.

Algunas de las principales funciones del hígado incluyen el control apropiado de los carbohidratos (azúcares, almidones), los lípidos (grasas, colesterol, ácidos biliares) y las proteínas. Entre algunas de las proteínas importantes que produce el hígado se encuentran los factores de coagulación sanguínea, la urea (la cual es utilizada por los riñones para ayudar a preservar el agua del cuerpo) y la albúmina (la proteína principal de la sangre que ayuda a mantener el volumen apropiado de fluido en los vasos cardiacos y sanguíneos). Además, el hígado se encarga de producir, almacenar y alterar vitaminas y minerales esenciales que el cuerpo utiliza. El hígado ayuda con las funciones del sistema inmunológico, del sistema endocrino y a mantener saludables los glóbulos sanguíneos. Los ácidos biliares que se producen y se almacenan en el hígado y en la vesícula biliar se utilizan en el tracto digestivo para separar los compuestos de los alimentos.

Una importante función del hígado es el papel que desempeña como filtro del cuerpo del tracto digestivo. Todo el tracto digestivo contiene bacterias de alimentos en diferentes etapas de descomposición. Los nutrientes que se encuentran en el estómago y los intestinos son absorbidos en la sangre por medio de pequeños tubos capilares. La sangre del tracto digestivo podría considerarse como "sucia", debido a su cercanía a una fuente de contaminación, la cual consiste en millones de bacterias y sustancias potencialmente dañinas que ingresan al cuerpo por la boca. De aquí, la sangre entra al sistema portal sanguíneo del hígado donde éste "desintoxica" todas las sustancias dañinas y actúa como el primer frente de defensa contra las bacterias invasoras.

Una condición específica denominada encefalopatía hepática suele desarrollarse al presentarse enfermedades en las que el hígado deja de desempeñar su función de filtro. La "encefalopatía hepática", en realidad quiere decir que hay una enfermedad del cerebro relacionada con el hígado. Esta afección se presenta cuando productos secundarios tóxicos, que por lo general son filtrados en el hígado, llegan en niveles altos al cerebro por medio del torrente sanguíneo. Estos productos derivados de la digestión, particularmente el amoníaco, producen síntomas semejantes a las alucinaciones en el cerebro, además de marcha en círculos, agresividad, ceguera intermitente, "presión con la cabeza" (el animal se para con la cabeza hacia abajo y hace presión contra una esquina o una pared) y comas hepáticas. El ganado también se caracteriza por la vocalización excesiva.

El hígado tiene una gran capacidad de reserva para la regeneración y el funcionamiento. Es capaz de soportar lesiones y maltrato de mejor modo que la mayoría de los órganos sin dejar de funcionar (aunque la enfermedad sea muy aparente en el cuerpo), y se puede reparar a sí mismo de forma sorprendente tras sufrir un daño. Si bien este vital órgano cuenta con estas maravillosas características, tales pueden dificultar la identificación de una enfermedad seria que lo esté afectando.



Hepatitis y enfermedades hepáticas

Introducción: Las enfermedades hepáticas se producen cuando el hígado se inflama (hepatitis) o sufre algún tipo de daño. Estas enfermedades puede ser el resultado de un acontecimiento aislado o a consecuencia de daños e inflamaciones continuos que ocurren por un tiempo prolongado. La insuficiencia hepática se presenta cuando aproximadamente un 75% de los tejidos del hígado se dañan paulatinamente o de un solo golpe. Esta cantidad de daño sobrepasa la reserva funcional del hígado y conduce a signos clínicos de insuficiencia hepática.

Agentes causantes: Entre algunas de las posibles causas de las enfermedades hepáticas se encuentran las siguientes:

  1. Enfermedad negra (Clostridium novyi): En el caso de la enfermedad negra, las toxinas producidas por las bacterias causan hepatitis necrótica infecciosa. La enfermedad negra comienza, por lo general, a raíz de una infestación de trematodos (Fasciola hepatica) que daña al hígado y establece las condiciones ideales para el crecimiento excesivo de la bacteria Clostridium novyi. En la página F120 se encuentran más detalles sobre la enfermedad negra.
  2. Hemoglobinuria bacilar u "orina roja" (Clostridium hemolyticum): La hemoglobinuria bacilar es otra enfermedad clostridial que afecta al hígado. Al igual que la enfermedad negra, la hemoblobinuria bacilar por lo general comienza a raíz de una infestación de trematodos (Fasciola hepatica) que daña al hígado y establece las condiciones ideales para el crecimiento excesivo de la bacteria Clostridium hemolyticum. En la página F120 se encuentran más detalles sobre esta enfermedad.
  3. Administración o consumo de medicinas tóxicas o veneno:
    1. Debido a que el hígado es el primer órgano que procesa todas las medicinas orales, la sobredosis de éstas podría producir una insuficiencia hepática. Entre las medicinas de las que se conoce que causan insuficiencia hepática aguda se incluyen los gases anestésicos inhalados, algunos anticonvulsivos, la tetraciclina y los antibióticos con sulfato de trimetoprim.
    2. Las sustancias y las plantas venenosas también pueden dañar el hígado. Entre algunas de éstas se incluye la vegetación que contiene alcaloides pirrolicidínicos, las algas verdeazuladas, la aflatoxina, la alfalfa mohosa y los metales pesados (hierro, cobre).

Signos clínicos: Los signos clínicos de las enfermedades hepáticas normalmente son dramáticos, no obstante, no suelen ser específicos. Los signos de encefalopatía hepática (la cual se trató anteriormente) con frecuencia son notorios y podrían ser intensos, con depresión y desorientación severas. Otros signos que a veces se observan son deshidratación, pérdida de peso, diarrea, ascitis (acumulación de fluido bajo la piel), prurito (comezón) y fotosensibilidad. En ocasiones se presenta la ictericia (encías amarillentas y ojos blancuzcos). En la mayoría de los casos severos, los animales podrían sufrir hemofilia (hemorragias debidas a la pérdida de la capacidad de coagulación). El daño que se extiende por todo el hígado y que no es muy grave podría conducir a una insuficiencia hepática crónica si sólo quedan pocos tejidos sanos que regenerar.

Diagnóstico: El diagnóstico de las enfermedades hepáticas se hace con una variedad de pruebas. Por lo general, primero se efectúa un examen físico, seguido de un conteo sanguíneo completo, un panel de suero químico y un análisis de orina. El aumento en las enzimas hepáticas g-glutamiltransferasa (GGT), aminotransferasa de aspartato (AST), lactatodeshidrogenasa (LDH), aminotransferasa de alanina (ALT) y fosfatasa alcalina (ALP), suele indicar un problema hepático. La pruebas de ácido sérico biliar y de bilirrubina se recomiendan generalmente para cualquier enfermedad hepática. Para que se pueda hacer un diagnóstico completo, el veterinario patólogo podría obtener y examinar una biopsia de hígado.

Tratamiento: El tratamiento de las enfermedades hepáticas gira en torno a una agresiva atención de apoyo y, si es posible, en la eliminación de la causa de la insuficiencia. Es imprescindible descontinuar el uso de cualquier medicina que pudiera ser la causa del fallo del hígado. Se debe comenzar lo más pronto posible una terapia de fluidos, al igual que la lenta corrección del equilibrio de la base ácida sanguínea y de los niveles de sal disuelta (sodio, potasio, cloruro). Si se presenta un cuadro de encefalopatía hepática, esta condición debe tratarse de forma específica mediante la reducción de los niveles de amoníaco en el torrente sanguíneo. Con ese fin, administre laxantes (aceite mineral), lactulosa y medicamentos orales. Los antibióticos (neomicina) deben seleccionarse de forma específica por su capacidad de reducir las bacterias productoras de amoníaco. Se debe empezar una terapia dietética lo más pronto posible. Las dietas bajas en proteínas son muy importantes para la recuperación y se proporcionan en un principio en cantidades pequeñas varias veces al día. El tratamiento puede continuar por varias semanas y hasta por meses, e incluso puede ser indefinido en algunos casos a fin de prevenir la recurrencia de la insuficiencia hepática. Los animales que no quieren comer deben ser alimentados por la fuerza. Para ello, administre gachas mediante sondas orogástrica o fístulas ruminales. Se recomienda mezclar fluido ruminal normal con harina de alfalfa (15% de proteína) y grano desecado proveniente de fábricas de cerveza o pulpa de remolacha con cloruro potásico. La transfaunación (un proceso que consiste en tomar los jugos ruminales de un animal sano y proporcionárselos a un enfermo) puede estimular el apetito y ayudar a que el rumen de una vaca enferma vuelva a la normalidad.

Existen otros tratamientos que se utilizan dependiendo de la causa de la insuficiencia hepática. Estos incluyen el uso de antibióticos (ceftiofur, penicilina, sulfato de trimetoprim), vitamina B, ácido fólico y vitamina K.

Pronóstico: El pronóstico de la recuperación depende de la severidad del daño que ha sufrido el hígado, de la capacidad de eliminar la causa de la enfermedad y del estado de salud general de los animales. Los animales adultos que están en malas condiciones físicas podrían sufrir insuficiencias de varios órganos al mismo tiempo con un daño relativamente moderado en el hígado; sin embargo, los terneros más jóvenes y saludables que padecen la misma afección hepática se podrían recuperar totalmente con el tratamiento apropiado. Por regla general, si el animal no come, sigue teniendo acidosis continua o no responde a los tratamientos iniciales, el pronóstico no es alentador.



Intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos

Introducción: Esta afección hepática se presenta cuando el ganado consume vegetación que contiene alcaloides pirrolicidínicos. Los efectos de este tipo de alcaloides son acumulativos, lo cual significa que la dosis tóxica de las plantas no se tiene que consumir a un mismo tiempo para que cause daño al hígado. Algunos animales sufren daños en el hígado o incluso mueren tras consumir una fuerte dosis de alcaloides pirrolicidínicos, mientras que otros ingieren cantidades pequeñas pero dañinas hasta que se llega a un "límite", y esto desemboca en el comienzo de los signos clínicos.

Signos clínicos: Los signos que se observan a causa de la intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos se relacionan de forma directa con el daño que ésta ocasiona al hígado. Los signos que se observan comúnmente son, entre otros, deshidratación, pérdida de peso, diarrea, ascitis (acumulación de fluido bajo la piel) y prolapso rectal. En ocasiones también se observan cambios de conducta y signos neurológicos en el ganado.

Diagnóstico: Los casos en los que se sospecha de intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos se pueden identificar cuando se detectan elevaciones de enzimas hepáticas en muestras de sangre. Los niveles de ácido sérico biliar y de bilirrubina también se encuentran elevados. La biopsia de hígado es una de las mejores maneras de determinar si se trata de un caso de intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos. Si el animal ya ha muerto debido a este tipo de intoxicación, los hallazgos de necropsis ayudan a determinar la causa. En la necropsia, el hígado se observa pequeño, firme y de un color de marrón pálido a amarillento. También se pueden analizar muestras del alimento del animal para determinar la presencia de vegetación que contenga alcaloides pirrolicidínicos.

Tratamiento: Las opciones de tratamiento para las enfermedades hepáticas relacionadas con la intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos dependen de la severidad del daño del hígado. Si los animales han consumido cantidades significativas de alcaloides pirrolicidínicos durante mucho tiempo y el daño que ha sufrido el hígado es de seriedad a tal grado que se ha convertido en fibrosis, el tratamiento no dará ningún beneficio. No obstante, si el hígado sólo ha sufrido una leve irritación o un daño menor, podría repararse por sí mismo y volver a un estado relativamente normal. En la página 3 de la sección F477 se encuentra una descripción detallada de las opciones de tratamiento para las enfermedades hepáticas.

La siguiente es una lista de plantas que se conoce que causan intoxicación por alcaloides pirrolicidínicos:

Nombre común                Nombre botánico
Crotalaria Crotalaria spp.
Yerba del alquitrán Amsinckia intermedia
Heliotropo Heliotropium europaeum
Hierba cana, senecio Senecio jacobaea
Hierba cana Senecio vulgaris
Cinoglosa Cynoglossum officinale
Consuelda Symphytum officinale
Buglosa Echium plantagineum




Trematodos hepáticos

Introducción y agentes causantes: Fasciola hepatica, Fascioloides magna (trematodo hepático gigante) y Dicrocoelium dendriticum son los trematodos hepáticos más comunes que se encuentran en el ganado en los Estados Unidos. Las infecciones de Fasciola hepatica son las más comunes entre los tres tipos. El ciclo vital de F. hepatica comienza cuando los huevos provenientes de un animal infectado son arrojados en el estiércol. Los huevos se transforman en miracidios los cuales infestan a los caracoles. Mientras viven en los caracoles, los trematodos hepáticos pasan por una etapa metacercaria. Las metacercarias son esparcidas por los caracoles y se enquistan en la vegetación que luego es consumida por el ganado.

Tras ser ingeridos, los trematodos jóvenes salen de los intestinos y se desplazan por el cuerpo del animal dañando tejidos y órganos. El órgano que por lo general resulta más dañado es el hígado. Los trematodos causan hemorragias, fibrosis, calcificación e inflamación en el hígado. Los tejidos dañados del hígado crean el ambiente perfecto para el crecimiento excesivo de las bacterias clostridiales que causan enfermedades (véase enfermedad negra y orina roja en la página F120).

Signos clínicos y diagnóstico: Los signos comunes son pérdida de peso, depresión, deshidratación, ascitis (acumulación de fluido), anemia (pérdida de glóbulos rojos) y pelaje áspero. Muchos de estos son los signos típicos mencionados anteriormente en las secciones de la hepatitis y de las enfermedades hepáticas. Las infestaciones por trematodos se pueden identificar al detectar huevos en las muestras de estiércol, a través de análisis sanguíneos (para buscar anticuerpos o antígenos) e inclusive al detectar trematodos en la necropsia. Las técnicas de flotación fecal para buscar huevos de trematodos suelen ser complicadas, por lo que es imprescindible prestar mucha atención a las instrucciones de la prueba.

Tratamiento y prevención: En una situación favorable, los trematodos hepáticos se pueden atacar en tres diferentes frentes. Primero que nada, las infecciones internas de trematodos deben ser eliminadas del animal. En segundo lugar, se deben tomar medidas de control a fin de eliminar las poblaciones de caracoles que contribuyen a perpetuar las infecciones. Y por último, los animales deben mantenerse alejados de las áreas que sirven de refugio a las poblaciones de caracoles. En la mayoría de los casos, en la práctica sólo se toma la primera medida mencionada. Esto se debe, por lo general, a que muchos de los productos que se utilizan con el fin de controlar a los caracoles (sulfato de cobre y pentaclorofenato sódico) son altamente tóxicos para ciertos animales y peces. También resulta muy difícil aislar de forma adecuada las áreas grandes de pastoreo que puedan tener caracoles. Por consiguiente, la mayoría de los ganaderos se concentran en utilizar clorsulón o albendazol, los cuales son los únicos dos productos aprobados en los Estados Unidos para el control de los trematodos hepáticos en la actualidad. Los productos como Ivomec Plus que contienen ivermectina y clorsulón también se pueden emplear para el control de trematodos.

El determinar cuándo se debe hacer uso de estos productos puede constituir un reto y se debe basar en las condiciones ambientales locales, en la población de caracoles, en los niveles actuales de infección y en las exposiciones anteriores. Es por ello que resulta difícil recomendar un solo programa de control que se adapte a todos los casos. Como punto de partida, en la mayoría de los casos se utiliza un tratamiento cada seis meses. Por ejemplo, en las regiones de Estados Unidos cercanas al Golfo de México, el ganado suele tratarse antes de la temporada otoñal de lluvias y de nuevo al final de la primavera. Por otra parte, el ganado del noroeste de dicho país se trata después de sacarlo de los pastos y de nuevo en enero o febrero. Esta son generalmente las recomendaciones mínimas, mientras que en los climas más templados se requieren tratamientos más frecuentes.



Abscesos hepáticos

Introducción y agentes causantes: Como se mencionó anteriormente, el hígado desempeña el papel de "filtro" global para la sangre del cuerpo. Debido a esto, el hígado es muy propenso a los abscesos que se forman a consecuencia de las bacterias que entran al hígado a través del torrente sanguíneo. Las afecciones como la sobrecarga de granos, la rumenitis y la enfermedad de la ferretería permiten que las bacterias entren en el torrente sanguíneo y posteriormente al hígado. Tras su ingreso a éste, las bacterias infectan los tejidos y se podría formar un absceso. Las áreas del hígado que han sido dañadas a raíz de la enfermedad de la ferretería, (véase la página F300), de los trematodos hepáticos, etc., son las más propensas a los abscesos. Las bacterias que comúnmente están relacionadas con los abscesos hepáticos son Actinomyces pyogenes, Streptococcus, Staphylococcus y en particular, Fusobacterium necrophorum.

Signos clínicos: Los signos relacionados con los abscesos hepáticos suelen pasar inadvertidos, en particular si el absceso se encuentra aislado del resto del cuerpo. De vez en cuando, el único signo evidente es la pérdida constante de peso. En los animales que tienen abscesos grandes o múltiples, los signos podrían ser más marcados. Los signos más frecuentes son pérdida de peso, falta de apetito, fiebre y disminución de la producción de leche. Algunos animales podrían dar muestras de dolor y tener problemas para levantarse y echarse. Si los abscesos se propagan y dañan los vasos sanguíneos podrían producir dificultad para respirar, choque séptico, hemorragias bucales y nasales, y hasta la muerte repentina. Los animales que sufren tales afecciones a menudo están decaídos, tienen fiebre y su estado empeora rápidamente.

Diagnóstico: A menudo puede resultar difícil identificar al ganado con abscesos en el hígado. A veces se puede recurrir a las pruebas de sangre y al ultrasonido a fin de identificar a los animales afectados. La mayoría de los casos de abscesos hepáticos se diagnostican hasta que se efectúa la matanza.

Tratamiento y prevención: El tratamiento para los abscesos hepáticos podría incluir antibióticos, tales como la penicilina o la tetraciclina; sin embargo, este tratamiento con frecuencia no es del todo exitoso. Por lo tanto, los esfuerzos que se realicen deben enfocarse en la prevención del problema. Podría incluirse el tratamiento de los trematodos hepáticos, la introducción del ganado a dietas altas en concentrados de forma más lenta a través de un periodo de varias semanas (lo cual previene la acidosis), la administración de niveles bajos de antibióticos en el alimento y la prevención de todo tipo de infecciones bacteriales (enfermedad del ombligo, metritis, raspaduras, etc.).